Gracias xD Ojala me sacara dinero hiciendo esto (?) Con su gratitud es suficiente, y yo se las regreso al cuadrado.
Bueno, es hora del update correspondiente de Camuflaje porque es sabado, está abajo.
“¿Cómo cuanto falta?” preguntó Ampy, quebrando el silencio que habían guardado los Wonderbolts por casi una hora de vuelo ininterrumpido a alta velocidad. El joven Pegaso comenzaba a mostrar señas de agotamiento, pues no estaba muy acostumbrado a mantenerse en el aire a tal velocidad por tanto tiempo. La razón de su pregunta era por la gran masa de nubes que les bloqueaba la vista adelante, aunque no era lo suficientemente densa como para perderse de vista entre sí.
“Unos cuantos minutos más,” respondió Flare Charge, ubicada frente a él, “¿no te estarás cansando, verdad?”
“Claro que no,” respondió Ampy ocultando su esfuerzo, “es que con esta neblina puede que nos estrellemos.”
“En unos segundos más la vista debería aclararse,” dijo Spitfire con la boca llena de razón, pues unos instantes después, los cinco Wonderbolts salieron de las nubes para contemplar la majestuosa ciudad blanca que colgaba a un borde de una montaña, adornada con bellos castillos blancos de cúpulas doradas y pisos de mármol blanco, todo esto bañado por la decreciente luz del sol vespertino.
“Vamos hacia el castillo más grande, el de en medio,” señalo Rainbow Dash con una pezuña el edificio más grande de la ciudad, residencia de las Alicornios que rigen la nación.
Los Wonderbolts apretaron el paso hacia el castillo, aterrizando enfrente de las enormes puertas doradas que daban hacia el palacio, en un gran patio adornado con varias plantas y cantos rodados.
“¿Hay algún protocolo del que deba estar enterado?” preguntó Ampy estirando su cuerpo, calmando los calambres y dolores que le aquejaban.
“En verdad no,” respondió Soarin’ con una sonrisa, “solo deja que Spitfire hable y hazlo si se te pide.”
Ampy asintió la cabeza y Spitfire abrió la puerta del palacio, señalándole que la siguieran. Ampy quedo particularmente fascinado por el diseño del palacio, digno de la realeza, con paredes rosadas adornadas con algo de oro, banderines que simbolizaban el sol y la luna colgaban sobre sus cabezas y una gran alfombra roja llevaba hasta unas escaleras resguardadas por dos Pegasos de fuerte complexión con armadura dorada, y descansando en uno de los tronos hasta arriba, la Princesa Celestia les recibió con una cálida sonrisa.
“Bienvenidos, Wonderbolts,” dijo el Alicornio.
“Su majestad,” dijo Spitfire y todos se arrodillaron ante ella, reverencia básica cuando se le ve uno de los dos Alicornios.
“Levántense,” ordenó con tranquilidad y sus súbditos se pararon derechos, “han venido justo en el momento indicado.”
“Así es, su majestad,” Spitfire avanzó hacia la Princesa, “Nos han informado que los Shadowbolts estuvieron en Ponyville y han reclutado a la amiga de Sapphire Bolt, la del accidente en la fábrica esta mañana.”
“Algo así me había comunicado Twilight en una carta, me da tristeza escuchar eso.”
“Asimismo, hemos completado la iniciación de Sapphire Bolt, él ya forma parte de los Wonderbolts,” Ampy bajo la cabeza apenado, mostrando humildad como pocas veces lo hacía.
“Bienvenido a los Wonderbolts,” dijo la Princesa con una sonrisa, “estoy segura que tu adición les viene muy bien.”
“Y para finalizar-”
“Espera un momento,” interrumpió Celestia con voz tranquila pero de autoridad, “¿Sapphire, no tienes algo que comentar acerca de lo acontecido con tu amiga?”
“Ella admiraba a los Wonderbolts desde que era pequeña,” respondió Ampy con firmeza, “me entristece que le hayan lavado el cerebro de esa manera.”
“Has jurado lealtad hacia mi corona y la nación, y con ello, te comprometiste a acatar las órdenes que se te den,” el rostro de Ampy comenzó a mostrar algo de preocupación, “necesito saber si, se llega a dar el caso, estarías dispuesto a tomar la vida de tu amiga por ser considerada una terrorista.”
Las palabras de Celestia no fueron dichas a la ligera ni con tranquilidad, pues eran de gran peso. Una decisión así él nunca llegó a considerar, pero ahora que la Princesa de Equestria se lo exponía, entendía la posibilidad que había de acabar con la vida de su amiga.
“Yo…” dijo Ampy aun analizando la situación, “es una decisión difícil, Princesa… pero si ella no titubeo al intentar tomar mi vida, yo haré lo mismo, sin importarme los momentos que pase con ella.”
“Muy bien dicho, Sapphire Bolt,” la sonrisa regreso a la cara de la Princesa, “serás un gran Wonderbolt.”
“Como le decía, su majestad,” Spitfire continuó su reporte, “hemos venido aquí para recibir sus órdenes, estamos listos y ansiosos.”
“Siempre tan servicial, Spitfire,” Celestia bajo la cabeza pensando sus siguientes palabras, “considerando que la gran gala del galope se acerca, necesitaré que, en materia de seguridad, los huéspedes estén tranquilos. Este año recibiremos gente de Stalliongrado para negociar un tratado de libre comercio y disipar los rumores que hay acerca de sus ponies separatistas, por lo que necesito que vayan allá y entreguen un importante memorando al camarada Lord Risk, presidente de Stalliongrado.”
Celestia hizo flotar un pergamino amarillento a los cascos de Spitfire.
“¿Por qué envías a los Wonderbolts?” preguntó su líder alzando una ceja, sorprendida por la naturaleza de su asignación.
“Porque necesito gente de confianza, gente que sepa pueden llevar ese mensaje hasta quien quiero y regresar con su lealtad intacta. Si es que hay separatistas en Stalliongrado, prefiero no arriesgarme mandando algún mensajero fácil de eliminar.”
“Tan elocuente como de costumbre…” murmuró Soarin’ con una sonrisa burlona.
“Muy bien, Princesa, ¿especificaciones?”
“Vayan ahora, vuelen bajo el abrigo de la noche que levantará mi hermana en unos minutos. Le he ordenado coloque la luna en dirección del lejano pueblo al este, solo deben seguir la luna y llegarán antes de que levante el sol. Cuando lo hagan, diríjanse al castillo detrás del monumento a la revolución, inconfundible por ser una estatua mía de cuarenta metros de alto,” el Alicornio río brevemente, “Lord Risk debería estar esperando mi mensaje, y solo lo recibirá cuando le digan ‘My vashi druzʹya’, algo dicho en el lenguaje nativo de por allá.”
“¿Una vez terminada la misión regresamos?” preguntó Spitfire guardando el pergamino en un bolsillo especial escondido en su pecho, este rollo de papel solo parecía un bulto en su pecho, y los Pegasos del género masculino pensaron que eso no se veía mal.
“Así es,” la Princesa encogió los ojos antes de continuar, “pero sean precavidos, los rumores apuntan a los Shadowbolts como los lideres de esos separatistas, si los encuentran, la orden de capturarlos se mantiene pero desciende a misión secundaria, su prioridad debe ser la entrega del pergamino.”
“Entendido, su majestad,” Spitfire le saludó y caminó de vuelta hacia los demás.
“Vuelen a salvo y regresen pronto,” Celestia los despidió moviendo una pezuña desde su trono, sus súbditos se arrodillaron una última vez y salieron del castillo con muchas preguntas en ellos.
“¿Qué tan lejos queda Stalliongrado?” pregunto Rainbow Dash con inquietud.
“Ocho horas de vuelo ininterrumpido a toda velocidad, pero como sé que son Pegasos tendré consideración y haremos un descanso de una hora a las cuatro horas de vuelo,” respondió Spitfire algo mandona, apiadándose al final de sus compañeros.
“No he comido nada desde que salí de Ponyville, ¿Cómo esperas que lleguemos con el estómago vacío?” preguntó Soarin’, bien conocido entre sus compañeras por su gula.
“Nos van a dar equipaje, Soarin’,” la líder le miró con particular ironía, “y seguro que te darán tu pastel de manzana.”
“¿Podemos comer al volar?” preguntó Ampy alzando un brazo para llamar la atención.
“No estás en clase, Ampy,” dijo Spitfire aleccionándolo, “todos tenemos voz y voto aquí, no hay necesidad de alzar la mano, y si, se puede comer al volar, siempre y cuando no te rezagues,” termino su frase con una sonrisa algo burlona en sus labios.
“¿Crees nos hagan algo si nos reconocen?” preguntó Flare con particular preocupación y con mucha razón, los ponies separatistas no reconocen la corona de Celestia y desprecian a los Wonderbolts a morir.
“Por eso nos quitaremos el traje durante el descanso que he programado, usaremos camuflaje,” Spitfire giró hacia unos Ponies terrestres que cargaban cinco mochilas ligeras, dejándolas en el sitio que la jefa apunto con una pezuña, agradeciéndoles por los servicios con una sonrisa.
“Recojan la que quieran, excepto la del pastel de manzana que esa es de Soarin’,” ordeno Spitfire, tomando una mochila y colocándola en su espalda. Todos revisaron las mochilas, buscando el ya famoso pastel de manzana de Soarin’, quien al descubrirlo calientito adentro de su bolsa, soltó un breve grito agudo de emoción.
“¡Mi pastel!” exclamó emocionado, hundiendo su cara en el pastel, devorándolo indiscriminadamente sin escrúpulo alguno, manchando toda su cara de jalea y trozos sólidos.
“Si manchas en tu uniforme o Whooves se enojará,” advirtió Flare entre sus carcajadas.
“No me interesa,” dijo con la boca llena, hundiéndose de vuelta en su pastel.
“¿Qué hay adentro de las mochilas, si no es un pastel de manzana?” preguntó Ampy dirigiéndose a su líder.
“Comida común y corriente, gafas de visión nocturna; muy útiles en unas horas y algunos suministros en caso de emergencia, vendas y hemostatos, cosas así,” respondió Spitfire separando a Soarin’ de su pastel.
“¿Qué estás haciendo?” respondió como si le hubiesen separado del soporte de vida, mirando a Spitfire con odio.
“Guarda algo para el viaje, es hora de irnos,” Spitfire mantuvo la calma, contagiándosela a su compañero, quien disgustado, guardo lo que quedaba del destruido pastel en papel aluminio, colocándolo en su mochila.
“¿Ya es hora?” preguntó Flare ajustando la cinta de su mochila a su cuerpo.
“Creo que sí,” la líder miró hacia el horizonte, el sol descendía lentamente, oscureciendo el cielo con matices naranjas y azules profundos, asistidos por la magia de una Alicornio purpura parada en el balcón de la torre más alta. Lentamente, la luna comenzó a levantarse en el cielo, dejando el sol atrás.
“La noche esta sobre nosotros chicos, hora de irse,” apuró Spitfire, levitando para incitar a sus compañeros a levantarse del suelo. Uno a uno, los Wonderbolts se unieron a su líder tras ajustar sus mochilas firmemente a su espalda, revisando que nada se les fuera a caer durante su vuelo.
“Volaremos a ritmo tranquilo, pero rápido y constante. Pararemos a media noche para descansar, comer y cambiarnos en donde sea que nos caiga la media noche, ¿entendido?” advirtió Spitfire con autoridad.
“¡Si señora!” exclamaron todos al unísono, empezando a volar en la dirección marcada por la luna a alta velocidad.
Apenas al salir del espacio aéreo de Canterlot, Ampy sacó un sándwich de su mochila para comerlo, manteniendo el apresurado paso de sus compañeros.
“Oigan, ¿y qué hacen para entretenerse en el vuelo?” preguntó Ampy tratando de romper el hielo.
“Normalmente guardamos silencio,” respondió Soarin’ con entusiasmo, quizás algo de sarcasmo.
“No puede ser posible que se queden callados por ocho horas,” dijo Ampy con escepticismo, dándole otra mordida a su sándwich de jamón.
“Créelo o no,” agregó Flare, “pero el chico tiene razón, los vuelos siempre son aburridos pero con una linda vista. ¿Por qué no contamos algo para pasar el rato?”
“Siempre he querido saber por qué Spitfire y Twilight Sparkle no se llevan bien,” insinuó Ampy con una sonrisa llena de comida.
“Muy bien,” Spitfire suspiró resignada, “te contaré la larga, larga historia…”
No solo Ampy estaba ansioso por escuchar ese relato, todos los Wonderbolts estaban algo emocionados por oír la historia de su fuerte, pero callada y reservada líder.
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Canterlot, hace ocho años
Todos los ponies residentes en Canterlot suelen esperar con ansias cada año para la celebración del solsticio de verano, en el que la Princesa Celestia levanta el sol en frente de todos en conmemoración del año nuevo que pasa. Aquel año en particular, había dos ponies muy especiales mezclados entre la multitud, una joven unicornio de color purpura con melena del mismo color pero más oscura, con un mecho rosado, tenía grandes esperanzas al pararse en primera fila, con los ojos bien abiertos y ansiosos por ver la presentación de la Alicornio inmortal. La otra, una Pegaso amarilla de la misma edad con melena naranja con una parte más clara en las puntas, solo observaba desde una nube, su mirada siempre fija en el escenario, esperando el momento en el que Celestia apareciera para traer consigo la mañana.
Unas trompetas sonaron súbitamente, los cientos de ponies reunidos en la pequeña plaza afuera del bello palacio real estallaron en júbilo antes de que siquiera Celestia hiciera acto de presencia. La joven unicornio, llamada Twilight Sparkle, comenzó a emocionarse, su cuerpo empezó a sentir la presencia de Celestia acercarse de alguna extraña manera. La Pegaso, llamada Svetlana Pyrona, se incorporó para observar de mejor manera a la gran regente saludar a su pueblo agitando una pezuña.
Con un solo salto inadvertido, ayudado por el fuerte batir de sus alas, Celestia impulso el sol detrás de ella, extendiendo sus alas y brazos al llegar a un pilar alineado con el sol que solo da ese efecto cegador una vez al año. Todos los ponies aplaudieron la hazaña de su regente, emocionados. Twilight Sparkle quedó maravillada. Svetlana, sin embargo, permaneció apática e inexpresiva, alzando una ceja.
“¿Por qué se emocionan tanto por eso?” pensó al voltear hacia abajo, contemplando a los exaltados ponies con arrogancia.
“Gracias por ser parte de esta celebración, mis fieles ponies,” dijo la Princesa con una gran sonrisa, “les traigo el sol como cada día lo hago, feliz de que mi tarea les traiga tanto júbilo.”
Las palabras de Celestia hicieron que la multitud le aclamara. La milenaria Alicornio ya estaba acostumbrada a ello, pero esa no era la razón por la que escaneaba a la multitud con su mirada. Por siglos, ella había estado buscando a alguien a quien tomar bajo su ala y educar, así como un remplazo para la envejecida selección de Pegasos que le protegían. Cada año iba a la competencia del mejor volador joven y asistía a los exámenes de admisión de su escuela para unicornios dotados, pero nunca encontraba a algún Pony que cumpliera con sus expectativas, todos eran solo un pico en la gráfica de óptimo funcional, no un verdadero fenómeno.
Al pasar sus hábiles ojos violetas por la multitud, observó a dos potrancas que por algo le llamaron la atención. La unicornio que le miraba con ojos de soñadora en primera fila y la Pegaso escondida en el cielo en una nube, que esquivaba su mirada hábilmente. Como si eso fuera a impedir que ella se percatara de su presencia y de la manera en la que miraba a la multitud, con un vacio en sus ojos y una mueca de disgusto.
“Oye, Stratus,” la Princesa giró su cabeza para hablarle al jefe de la guardia de Pegasos, un fornido Pony blanco de melena azulcrema.
“¿Si, su majestad?” Stratus respondió de inmediato, tocando su pecho con una pezuña.
“¿Podrías llevar a la potranca que está escondida en esa nube a mi palacio?”
“¿Ha hecho algo malo?” había un poco de malicia en la voz del experimentado Pegaso de guardia.
“No,” respondió Celestia de inmediato, “quiero hablar con ella, nada más.”
“Enseguida, su majestad,” Stratus se disponía a llamar a sus compañeros pero Celestia puso una pezuña en su camino, frenándolo de golpe.
“En un momento, Stratus,” dijo Celestia con calma, “deja que los ponies se vayan y ve por ella, no creo que vaya a algún lado.”
El jefe de su seguridad se mordió un labio, dándole la espalda a Celestia. Él siempre estuvo en desacuerdo con los métodos calmados del Alicornio, pero no tenía otra opción dado su rango.
Los ponies se segregaron de vuelta a sus actividades después de un discurso acerca de los nuevos enfoques económicos y retos para el nuevo año, no le tomó más de cinco minutos acabar con ello. Apenas la multitud se dispersó, Stratus salió en búsqueda de la potranca que Celestia le había encargado.
Svetlana descansaba plácidamente en la nube en la que estaba, siempre fue un alma libre, gozando de la inmensa libertad que viene con la bendición natural de cualquier Pegaso: el vuelo. Ella era originaria de Canterlot, pero desconocía todo vínculo consanguíneo, sus padres le habían abandonado después de su nacimiento. Esto no le molestaba o inquietaba, el crecer sin la atadura de los padres pero con valores bien arraigados le había hecho madurar más que cualquier otro potranco de su edad.
“¿Qué tiene Celestia que puede hacer eso?” se preguntó con la mirada fija al cielo, en particular en una nube con forma de zanahoria que le había llamado la atención hace ya algunos minutos. Su vista fue bloqueada por el brillo del sol rebotado en la armadura dorada del guardia, quien le miró con autoridad.
“La Princesa Celestia te quiere ver,” dijo Stratus al flotar alrededor de la nube.
“Pero mira que coincidencia,” respondió Svetlana con una mueca de agrado, “precisamente estaba pensando en ella.”
“¿Vas a venir por las buenas?”
“Preferiría ir sola y no acompañada, si no te molesta,” para sorpresa del guardia, la juvenil Pegaso no estaba siquiera intimidada ante él.
“Haz lo que quieras, pero si no estás con Celestia en diez minutos, vendré a llevarte por las malas,” a pesar de haber hablado con desinterés, Stratus pensó que era un insulto que una pequeña potranca le hablara de esa manera. Murmurando algo con enojo, se alejo volando de vuelta con la Princesa.
“¿Todo bien?” pregunto la Princesa al notar el enojo en su guardia.
“Si, su majestad,” dijo con una sonrisa bien fingida.
“Iré al palacio, puedes tomarte el resto del día libre. Te llamaré si esa potranca no se aparece.”
“Gracias, su majestad,” Stratus asintió la cabeza y voló lejos del lugar con algo de prisa. Cuando terminaba su dia o Celestia le daba descanso, él siempre iba al bar local a perderse en la bebida o simplemente llegaba a su hogar a dormir, esperando que el dia siguiente fuera mejor.
Celestia se dirigió a su castillo a paso calmado, pero con una parte de su mente fija en la potranca de las nubes y la potranca de la primera fila. Ella nunca tuvo el don de ver el futuro, pero tenía una conexión muy especial con él, pues sus presentimientos no solían equivocarse.
El Alicornio procedió a sentarse en su trono como lo hace de nueve a siete, cerrando sus ojos para meditar. Su palacio siempre estaba en silencio, nadie se atrevía a interrumpirla o dirigirle la palabra si no se tenía una audiencia. Pero la rebelde potranca hacia caso omiso de todas esas reglas comunes para los demás ponies.
Svetlana meditó con seriedad desde su nube las palabras del guardia real, eventualmente convenciéndose de ir al visitar a la inmortal regente de Equestria. Voló hacia el bello castillo blanco y azotó las puertas doradas, abriéndose paso a la corte real bajo la mirada de al menos diez guardias. Estos se disponían a arrestarle, pero Celestia los paro con un solo movimiento de su pezuña.
“Está bien muchachos,” dijo con toda tranquilidad, abriendo sus ojos para ver a la pequeña Pegaso a la distancia, “viene a visitarme.”
Los guardias retrocedieron hacia sus puestos, dejando pasar a Svetlana, quien solo miraba a Celestia con ojos de repudio.
“Bienvenida, mi pequeña Pony,” dijo Celestia con una sonrisa honesta.
“¿Me has llamado?” respondió Svetlana alzando una ceja.
“Así es, no es muy común que auspicie audiencias improvisadas, pero tú vales la pena.”
“Ve al grano,” dijo Svetlana sin intimidarse ante la poderosa Alicornio que levanta el sol y la luna todos los días.
“Puedo ver en ti… un gran potencial, un poder de grandes proporciones.”
“¿Nada más?”
“Por supuesto que no,” Celestia estaba teniendo dificultades manejando el temperamento de la potranca, pero al tener miles de años de vida, aprendió a manejar sus impulsos para bien, “pero, ¿Por qué no me dices tu nombre?”
“Svetlana Pyrona,” respondió de manera seca.
“Un bello nombre…” la Princesa recordó instantáneamente el apellido, “Dime, Svetlana, ¿Cuál es tu meta en la vida?”
Una pregunta tan sencilla era la única que jamás se había podido contestar, de ahí que volara tanto y retara a todo el mundo, su vida era un sinfín de aventuras insensatas, tratando de encontrarle sentido a través del hueco que sentía todos los días. Svetlana siempre mostró madurez, pero por dentro seguía siendo una potranca, una potranca sin infancia, educación y, por desgracia, sin futuro.
“¿En serio me haces esa pregunta?” dijo de manera precipitada, tratando de cambiar el tema.
“Te la hago porque puedo ver que tú misma no te la has hecho. Todos necesitamos un propósito en nuestra existencia, en el poco tiempo que se nos presta para vivir. Es de sabios mirar hacia el futuro, pero más aún el caminar hacia él con los ojos vendados.”
“¿Lo dices porque aun no tengo mi Cutie Mark?”
“No,” respondió la Princesa instantáneamente, “lo digo porque necesitas guía. Pude verte arriba en las nubes, como mirabas a los demás ponies con desprecio, como te aislabas de ellos. Eso, Svetlana, me parte el alma.”
“No necesito tu compasión,” Svetlana pisó el suelo en reproche, “tu manipulas a los ponies a tu voluntad.”
“Por supuesto que no,” Celestia rió por unos momentos por la ingenuidad de la potranca, “Me he ganado su respeto a través de mis acciones, es por mí que el sol brilla cada mañana y la luna nos ilumina cada noche. Sus aclames, porras y apoyo no surgen de una manipulación, surgen de mis logros y la imagen que he forjado de mi a través de los años.”
Las palabras de Celestia le cayeron de golpe, haciéndola bajar la cabeza para meditar su siguiente argumento. Por más perspicaz que Svetlana pudiese ser, la sabiduría milenaria de la Princesa siempre saldría victoriosa.
“No te culpo por ser quien eres, Svetlana. Pero hay actitudes que no llevan a ningún lado, que destruyen a los ponies. No me gustaría verte recorrer esos oscuros senderos de la vida, cuando un Pony con tu potencial podría brillar con la misma intensidad que el sol.”
“Yo…” la joven Pegaso titubeo al hablar, en realidad sin la certeza de que decir a continuación, “tengo que irme.”
“Muy bien,” Celestia bajo la cabeza con una sonrisa de confianza, “pero si te sientes con la necesidad de encontrar en donde dormir, de tener un lugar en donde sentirte segura o simplemente te hace falta alguien con quien charlar, mi palacio siempre estará abierto para ti.”
Svetlana salió corriendo hacia las calles de Canterlot, alzando el vuelo hacia las nubes que era donde siempre se sentía segura. La Princesa la había confundido con tan solo una pregunta, y ella tomó eso como un intento de manipularla. Pasó toda la tarde simplemente meditando la razón de la pregunta para después pasar a tratar de responderla.
Y la princesa tenía razón, ella nunca se había propuesto algo en su vida aparte del solo volar por ahí, observando a los ponies pasar; y ella pensaba que en el fondo eso solo era aburrido e improductivo. Necesitaba un rumbo, amigos, gente de confianza, algo a lo que siempre se rehusó a tener por su tonto orgullo infantil.
Dejo pasar dos días, para acostumbrarse a la idea de visitar a Celestia nuevamente. Al hacerlo, en realidad no se sentía cómoda con ello, pero una parte lo pedía a gritos.
Una soleada tarde de junio, Svetlana se forzó a si misma a visitarla. Con solo observar el castillo a la lejanía sentía esa necesidad de alejarse, pero era esa misma necedad la que le hacía daño por dentro, le intoxicaba y corroía.
Tímidamente, se asomó por las puertas dobles de oro, esperando ver a Celestia sentada en el trono como era su costumbre. Para su fortuna, la Princesa estaba ausente. Svetlana se acercó a un guardia para preguntarle por su paradero.
“Está en la escuela de unicornios, si te apuras puede que la alcances,” dijo el Pegaso en armadura dorada que se paraba al lado de la puerta completamente estático.
Sin siquiera agradecerle, la potranca salió disparada en dirección de uno de sus campos favoritos de observación: La escuela de Celestia para unicornios dotados, ubicada a un par de cuadras del palacio. Las instalaciones de la escuela consistían de algunas torres y palacios similares al que habitaba Celestia, pero de menor tamaño y un color un poco más pálido, era fácil detectarlo desde el cielo porque siempre había unicornios juveniles corriendo por los patios. Pero en esa particular época del año, solo eran los exámenes de admisión para la nueva generación.
Svetlana voló hacia la torre más alta, para de ahí escabullirse por la escuela. Pero antes de que siquiera pudiese acercarse, una gran explosión a la distancia sacudió toda la ciudad, pintando el cielo con un gran arcoíris. La explosión le afecto también, ensordeciéndola por unos momentos y haciéndola caer en picada por perder el foco al volar.
Toda la ciudad entró en un pánico instantáneo, no tanto por la explosión sino porque de la torre de la escuela se asomó la cabeza de un dragón, quebrando la cúpula dorada.
La joven Pegaso alcanzó a reponer su vuelo, impidiendo que chocara contra el suelo con un fuerte batir de sus bien desarrolladas alas. Había aterrizado en el patio de la escuela, una gran plaza cuadrangular de concreto rodeada de edificios paralelepípedos de solo dos pisos de altura, adornado con algunas porterías de soccer, una actividad común entre unicornios.
Alzó su cabeza hacia el cielo, maravillando sus ojos con la belleza del arcoíris que prevalecía en el cielo y se expandía lentamente. Volteó hacia la cúpula de la que sobresalía el dragón, observándolo desaparecer tan rápido como salió. Inquieta, voló hacia el agujero en el techo para ver qué era lo que sucedía.
Observó un pequeño salón de clases algo destruido, con un pequeño dragón bebe en el suelo que insistía en chuparse su dedo. En él, la princesa miraba con tranquilidad a una potranca de color morado.
“Twilight Sparkle,” dijo la Princesa a la unicornio purpura de la primera fila, “mira tu flanco.”
Twilight giró su cabeza para observar su Cutie Mark por primera vez, consistente de una gran estrella fucsia rodeada de otras cinco plateadas de menor tamaño. Con una gran sonrisa, la joven unicornio comenzó a bailar de felicidad frente a otros cinco unicornios y sus padres, sin contar a la Princesa.
Svetlana se mantuvo a la raya, si iba hablarle a Celestia prefería hacerlo en privado. Pero la sabia Alicornio, sin embargo, ya se había percatado de su presencia desde hace ya un rato.
La Princesa llevó a Twilight a su palacio, ofreciéndole un lugar en donde alojarse para estudiar, así como acceso a la biblioteca real y una gran responsabilidad en forma de un dragón bebe al cual vigilar.
Una vez que Celestia estaba en completa soledad de vuelta en su trono, Svetlana azotó las puertas dobles del palacio, caminando hacia la princesa con autoridad.
“He venido,” dijo Svetlana ocultando su temor.
“Me da mucho gusto, Svetlana,” la Princesa respondió con los ojos cerrados.
“Yo eh…” la potranca dudaba de sus propias palabras, pues en realidad no estaba preparada para la situación, “quiero desarrollar mi potencial.”
Celestia abrió sus ojos lentamente para ver a Svetlana fijamente, “muy bien,” dijo con tranquilidad, “¿ya pensaste en tu propósito en la vida?”
“En realidad no,” respondió Svetlana apenada.
“No te preocupes, esa pregunta no se responde en un par de días. Es un proceso y una hazaña el descubrir quienes somos en realidad, ten fe y paciencia,” Celestia se levantó de su trono y caminó hacia ella, siempre mirándola.
“Yo no… no estoy segura de esto,” la terquedad de Svetlana salió a flote, y si Celestia iba a matar esa parte negativa, esta era la mejor oportunidad.
“Es lógico que no estés segura,” la Princesa tocó el mentón de la potranca con una pezuña, levantando su melancólico rostro que tenía una mirada esquiva, la compasiva manera en la que Celestia la contemplaba hizo que Svetlana también girara sus ojos hacia ella con tristeza, toda su infancia negada y reprimida estaba a punto de salir en forma de lagrimas por sus ojos, “toda tu vida la has pasado huyendo de tu misma, de tu pasado, presente y futuro. Ya has desperdiciado bastante, es hora de que aprendas de lo que eres capaz, lo que sé que puedes hacer y lo que tú te convertirás. Hace apenas unas horas, tuve la fortuna de conocer a una unicornio muy especial que no tiene control sobre su propio poder, y ahora me he comprometido a enseñarle todo lo que sé sobre la magia. Tu, en cambio, eres un Pegaso, un Pegaso con un gran futuro, por eso si decides quedarte conmigo, aquí en mi palacio, te enseñaré todo lo que sé sobre el vuelo y su milenaria tradición.”
La última parte de las palabras de Celestia fueron las que convencieron a Svetlana de quedarse, de ceder a su lado compasivo y aceptar lo que sea que Celestia podía traerle. Sin contener sus lagrimas, bajo la cabeza para que la regente de Equestria no la viera sollozar.
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“¿Y por eso te llevas mal con Twilight?” preguntó Ampy decepcionado por la falta de relación entre el relato de su líder y lo que él quería oír.
“No,” respondió con calma, “esa solo es la razón por la que conocí a Twilight. Celestia me educó por años, haciéndome desarrollar mi habilidad.”
“La cual no puede utilizar a diestra y siniestra,” agregó Flare con una corta risita, “Celestia le enseñó un arte del quiebre.”
“Eh escuchado eso,” dijo Ampy con entusiasmo, “Twilight Sparkle utilizó algo así contra Blueball.”
“¿Y sobrevivió?” preguntó Spitfire con sorpresa.
“Solo la lanzó contra la pared e hizo un boquete.”
“Vaya-vaya…” dijo Soarin’, “que amiga fuiste a tener, Ampy.”
“Eso ya no es mi amiga,” dijo algo dolido por dentro, “¿por qué no continuas tu relato?”
Spitfire sonrió y adelanto un poco el tiempo para continuar su relato.
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Canterlot, hace cinco años
Como toda mañana, Svetlana Pyrona se levantó temprano para acudir al llamado de su maestra, la Princesa Celestia. Con el paso de los años bajo su tutela, se ganó un apodo entre los locales; ya le llamaban ‘Spitfire’ y eran pocos los que conocían su verdadero nombre.
Spitfire bajó las escaleras desde su habitación en la cima de la torre izquierda del palacio para ver cómo Celestia levantaba el sol con un solo movimiento, algo imposible para ella pero que siempre encontró fascinante.
Al llegar a la corte real en punto de las siete de la mañana, la habitante de la torre opuesta ya estaba aguardando a su también tutora.
“Buenos días, Svetlana,” dijo Twilight Sparkle con una sonrisa.
“Buenos, días, Twilight,” respondió con un gesto similar. Ellas ya tenían años de conocerse al estar bajo la tutela de Celestia, llegando a ser amigas cercanas, pero confinadas a hablarse solo entre ellas.
La princesa ya le había trasmitido la pericia de realizar varios hechizos y encantamientos a Twilight, así como una sed insaciable de conocimientos. Las enseñanzas de Spitfire, sin embargo, estaban más centradas a lo filosófico y atlético. Todos los días, Celestia les daba sus tareas para el día después del alba, pero este día en particular, la Princesa tenía otras cosas en mente.
Al despuntar el sol por la ventana, Celestia apareció por las puertas de su palacio con una sonrisa para saludar a sus dos estudiantes.
“Buenos días, Princesa,” dijeron las dos al mismo tiempo.
“Buenos días, chicas.”
“¿Cuáles son las tareas de hoy?” pregunto Spitfire con particular entusiasmo.
“Hoy no hay tareas,” respondió Celestia para sorpresa de sus alumnas.
“¿Día libre?” preguntó Twilight con una ceja alzada y tono de escepticismo.
“No, pues hoy les revelaré las razones por las que las he estado educando.”
Las ponies adolescentes se miraron entre ellas con rareza, desconcertadas por la afirmación de Celestia. Antes de que pudieran comenzar un interrogatorio, la Princesa habló primero.
“Hoy son ya tres años que tienen bajo mi tutela, y con ello vienen grandes noticias. Su… adiestramiento está casi completo, pero para saber si están listas, voy a necesitar que hagan algo en particular. Twilight” la Princesa se dirigió a la unicornio a la izquierda, “¿sabes lo que es un ‘arte del quiebre’?”
“Sí,” respondió casi al instante, “es un tipo de magia muy poderoso que pueden desarrollar todos los ponies a través de años de ejercer su habilidad especial, indicado por su Cutie Mark.”
“Muy bien,” Celestia asintió la cabeza, volteándola después hacia Spitfire, “ahora, Svetlana, ¿podrías decirme si el arte del quiebre es único de unicornios?”
“No lo es,” respondió asintiendo la cabeza rápidamente, “es un tipo de magia que cualquier tipo de Pony puede realizar.”
“Excelente,” la Princesa se detuvo bajando la cabeza antes de continuar, “el dia de hoy les enseñare a hacer su arte del quiebre.”
“¿Ya podemos hacerlo?” pregunto Twilight con desasosiego, “somos muy jóvenes.”
“Y las dos están llenas de potencial, no me queda duda alguna de que aprenderán rápidamente su arte,” Celestia señaló al sol que se asomaba tímidamente por la ventana, “yo aprendí el mío por responsabilidad, es por eso que puedo levantar el sol y la luna. Ese es mi arte del quiebre.”
“¿Y cómo aprendemos nuestro arte del quiebre?” preguntó Spitfire.
“Hay maneras para cada tipo de Pony, pero antes deben averiguar cuántos artes del quiebre pueden aprender, solo basta con mirar su Cutie Mark.”
Las alumnas rápidamente giraron su cabeza hacia sus flancos, observando la estrella fucsia rodeada de otras más pequeñas de color plateado en Twilight y el bólido llameante en Spitfire.
“Tú, Twilight, puedes aprender hasta seis artes del quiebre,” dijo la Princesa con una sonrisa, “Tú, Svetlana, solo puedes aprender uno.”
“¿No hay manera de dominar más?” preguntó Spitfire algo decepcionada.
“Me temo que no, tu flanco solo indica una habilidad. Pero inherente en ella hay mucho más que solo un arte del quiebre.”
“¿Qué más hay?”
“Antes de que te cuente, debes hacer tu arte del quiebre al menos una vez.”
“¿Y cómo hacemos un arte del quiebre?” preguntó Twilight.
“El arte del quiebre es magia y un recurso muy útil para todos los ponies, pueden ser desde levantar el sol con magia muy poderosa hasta el tumbar manzanas con solo la más ligera de las patadas, muchos ponies la tienen pero no la reconocen. Para realizar su arte del quiebre, deben canalizar el sentimiento de individualidad y felicidad que tuvieron al momento de obtener su marca hacia su cuerpo. Yo las observaré todo el dia, si tienen dudas pueden preguntarme,” Celestia les señalo que caminaran con ella hacia el patio trasero del palacio, un jardín privado en el que sus alumnas solían practicar su magia o habilidades. Al ser de la realeza, el espacio no faltaba, mucho menos la belleza y los adornos que vienen con ese privilegio sanguíneo.
Celestia le ordenó a uno de sus guardias que fuera por un ligero desayuno para que pudiera mantener su mirada sobre sus alumnas, quienes no tenían ni la más mínima idea de lo que iban a hacer.
“¿Qué crees que tengamos que hacer?” preguntó Twilight con voz baja dirigiéndose a Spitfire.
“No lo sé,” respondió con una mueca de disgusto, “ya sabes que le gusta hablar con acertijos, ¿no has leído algo acerca de esto?”
“En los libros no hay una guía práctica para hacer tu arte del quiebre en siete pasos, solo dice que tiene que ver con la habilidad de un Pony.”
“¿Entonces tu arte del quiebre es leer un libro al dia?” agregó Spitfire con sarcasmo.
“No, y aunque lo fuera, me quedan otros cinco. ¿Por qué no vuelas por ahí para que me dejes hacer mi magia en paz?” A Twilight nunca le gustaron los sarcasmos con los que hablaba Spitfire ocasionalmente, por lo que pese a su cercana amistad, tenían roces frecuentemente.
“Como gustes,” respondió Svetlana al alejarse volando hacia otra parte del gigantesco jardín. Se paró en la cima de un árbol para meditar acerca de su marca y lo que podría ser su arte del quiebre. Basándose solo en lo que Celestia le había dicho, no había mucho por dónde empezar.
“Tiene que ser algo con mi Cutie Mark…” volteó a ver su flanco y tuvo una idea. Al portar un bólido de fuego como marca, recordó la manera en la que la obtuvo; volando en picada y rodeándose de llamas al llegar a su máxima velocidad.
Recordar ese día le traía alegría, la cual le dijo Celestia tenía que canalizar hacia su cuerpo. Esa última parte era la que confundía a las alumnas de la Princesa, ¿Cómo canalizar algo así a su cuerpo?
Twilight Sparkle parecía aun más confundida, pues su manera de descubrir su arte era totalmente distinta en comparación al enfoque tranquilo y paciente que tomaba Spitfire. Ella lanzaba todo hechizo en su repertorio con el momento en que conoció a Celestia en mente, siempre obteniendo los mismos resultados.
“Mi marca es un bólido en llamas… ¿será que puedo lanzar fuego?” se preguntó al intentar hacer lo que había pensado, sin lograr siquiera calentar sus manos, “no te frustres… debe ser otra cosa.”
Celestia se limitaba a mirarlas con expectativa, nunca dudaba de sus estudiantes. Uno de sus guardias llegó con el desayuno que había pedido y con su magia tomó un cuchillo y tenedor para clavarlo en los panqueques en la charola plateada delante.
“Hay varios tipos de artes del quiebre,” dijo Celestia para llamar la atención de sus estudiantes, “la pista es que sus artes del quiebre son artes de combate.”
La Princesa ya estaba bien consciente de las artes del quiebre de sus alumnas, pero decírselas sería demasiado fácil. Al ser un Alicornio milenario, Celestia no solo dominaba el arte de levantar el sol y la una, sabía muchos tipos de arte del quiebre, incluyendo todos los que podían tener sus alumnas.
“Si son de combate…” murmuró Spitfire antes de volar a lo alto del palacio con una idea descabellada.
“Si me pude rodear de llamas al volar y eso me dio mi Cutie Mark, quizás mi arte del quiebre sea el usar las llamas al volar,” girando su cuerpo, comenzó una caída en picada a alta velocidad. Al ya dominar su peculiar habilidad, rápidamente se vio rodeada de una gran masa de llamas que salía del aire a su alrededor.
Celestia bajo su taza de té para alzar su mirada al cielo, observando la masa de llamas que descendía del cielo a toda velocidad. Con una tenue sonrisa en sus labios, murmuró, “Hazlo.”
Con la adrenalina corriendo por todo su cuerpo, Spitfire sintió una extraña necesidad de echarse hacia atrás con un grito en particular.
“¡Arte del quiebre!” batió sus alas fuertemente para frenar su caída más o menos a la altura del palacio, lanzando las llamas en las que estaba envuelta hacia el hermoso jardín debajo.
Al percatarse, Twilight Sparkle se vio en la necesidad de protegerse, mirando hacia Celestia en búsqueda de una respuesta. Sin pensarlo dos veces, hizo brillar su cuerno gritando a todo pulmón, “¡Arte del quiebre!”
De su cuerno, un rayo purpura levantó una barrera alrededor del jardín, bloqueando las llamas de Spitfire. Exhausta por el esfuerzo, Twilight se desmayó.
Celestia hizo a un lado la charola de plata y caminó hacia su alumna para observarla con cuidado.
“¿Está bien?” Spitfire bajo al nivel del suelo nuevamente y preguntó sintiéndose culpable.
“Sí,” la Princesa asintió la cabeza gentilmente, “algunos artes del quiebre son mas demandantes que otros. El levantar una barrera del tamaño del jardín para protegerse de un quiebre como el tuyo es toda una hazaña.”
“Entonces, ¿si hice mi arte del quiebre?”
“Te falta perfeccionarlo, pero lo hiciste,” afirmó la Princesa con un gesto de felicidad.
“¡Sí!” Spitfire comenzó a flotar alrededor en júbilo.
“Ahora que lo lograste, es hora de que te diga lo que tengo en mente para ti.”
Spitfire notó la seriedad en la voz de su maestra y cesó su danza, aterrizando al lado de su compañera,
“Recordarás que cuando te quedaste te prometí enseñarte todo sobre el vuelo y su milenaria tradición,” Celestia caminó hacia su charola para recoger su taza de té.
“Así es,” Spitfire asintió la cabeza entusiasmada.
“Dentro de las tradiciones que hay en el vuelo, hay una razón muy particular por la que te tomé bajo mi tutela, y estas a punto de averiguarlo.”
La adrenalina aún no se iba de las venas de Svetlana, pero con las palabras de la Princesa regresó más fuerte que antes. Al haber estado ya años estudiando con Celestia, pulió dos aspectos de su persona. Su físico y su alma; ella ya no era la potranca rebelde y desobediente, se había transformado en un Pony responsable y respetable.
“A lo largo de mi estancia en Equestria, siempre he tenido mi guardia real de Pegasos para protegerme. Pero hay amenazas que sobrepasan la capacidad de unos cuantos Ponies en armadura dorada, y cuando tiempos así llegan, me doy a la tarea de juntar Pegasos especiales, únicos en su especie con habilidades impresionantes, los cuales se hacen llamar ‘Wonderbolts’.”
“¿Wonderbolts?” preguntó Spitfire alzando una ceja, el nombre le pareció gracioso, pero escondió su risa detrás de su cara de desconcierto.
“Los Wonderbolts, para ser exacta. Los llamo cuando se avecina una época de guerra o tiempos de conflicto para los ponies, y solo ha ocurrido dos veces a lo largo de mi existencia. El primer paso para revivir a los Wonderbolts es criar una líder, alguien con la capacidad de comandar mediante el ejemplo y la disciplina. Tú, Svetlana, eres la indicada para la tarea; y no lo digo porque hiciste un arte del quiebre, lo digo porque eh visto tu progreso, y sé que no cometí error alguno al elegirte a ti como la líder de los próximos Wonderbolts.”
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“De ahí me mando a buscar a Soarin’ a Hoofington y a Flare Charge en Cloudsdale,” concluyó Spitfire con una sonrisa.
“¿Y por eso te llevas mal con Twilight Sparkle?” insistió en su pregunta Ampy con curiosidad.
“No es que nos odiemos a morir o nos llevemos mal, es que a ella nunca le pareció que Celestia me diera tanta libertad y poder de tan joven mientras ella se quedaba encerrada en la biblioteca leyendo,” dijo Spitfire con una pequeña carcajada.
“Entonces… ¿solo te tiene envidia?” preguntó Rainbow Dash.
“No, tampoco,” respondió su líder de inmediato, “Hay cosas que no le gustan de mi y ya, pero fuera de eso nos llevamos bien.”
“Así que… ¿solo nos echaste el choro mareador haciéndonos creer que te llevabas mal con Twilight Sparkle, sin decirnos que fuiste estudiante de Celestia antes de hoy y convenciéndonos de oír la historia de tu vida?” dijo Soarin’ sarcásticamente.
“Sí, eso fue,” Spitfire rió y pronto le siguieron sus compañeros, quienes ya habían volado por casi cuatro horas seguidas. El vuelo se le facilitó a Ampy ya con su comida y el relato, pero su cuerpo comenzaba a ceder al cansancio.
La luz de la luna iluminaba todo el bosque debajo, pero ese bosque era distinto al bosque Everfree aledaño a Ponyville. Este era de arboles simpodales con hojas fasciculadas, típicos de condiciones más frías. No se veían señales de vida debajo, hacia ya media hora que habían pasado un asentamiento de ponies, todo era silencioso; solo escuchaban el aire pasar a alta velocidad por sus oídos.
“Muy bien chicos,” dijo Spitfire al reducir la velocidad de vuelo drásticamente, “es hora del descanso.”
“Ya era hora,” dijo Flare con alivio.
“Bajaremos al claro de ahí,” su líder señaló un pequeño manchón de pastizal en medio del bosque. Al bajar, notaron que el pasto estaba corto, seguramente por actividad de alguna criatura salvaje devoradora de este tipo de planta.
“Soarin’, ayúdame a buscar leña para prender el fuego. Flare y Ampy, revisen el perímetro y verifiquen que no hay nadie por aquí con suficiente cerebro para atacarnos, y Rainbow, serás la guardia, hazte una nube y vigila el espacio aéreo,” Spitfire siempre era clara en sus ordenes, por lo que nunca nadie dudaba de ella. Esta vez no afirmaron su comando con un ruidoso ‘si señora’, solo se limitaron a seguir sus órdenes asintiendo la cabeza.
Los Wonderbolts rompieron filas rápidamente en distintas direcciones. Soarin’ buscó por el suelo por alguna madera caída junto con Spitfire cerca de donde dejaron sus mochilas. Rainbow Dash juntó humedad del aire y se hizo una nube a una altura considerable, sentándose plácidamente en ella sin perder de vista el horizonte a su alrededor.
Flare y Ampy comenzaron a caminar hacia los bordes del oscuro bosque, justo hacia donde la luz de la luna no llegaba. A pesar de las altas horas de la noche, aun podían observar sus siluetas y rasgos faciales con claridad.
“¿Cómo te uniste a los Wonderbolts?” Ampy rompió el silencio con su pregunta.
“Celestia ya me tenía en la mira desde que batí varios records en el campamento de vuelo al usar mi habilidad,” respondió su compañera alegremente pero con su mirada fija hacia la oscuridad.
“Entonces… ¿Celestia fue a por ti?”
“No,” Flare giró su cabeza rápidamente para verlo, “Spitfire fue por mí a Cloudsdale y me uní sin pensarlos dos veces. Pensé que me unía a los famosos Wonderbolts acróbatas, pero me equivoqué. Esos solo son la tapadera.”
“¿Crees que haya algo por aquí?” dijo Ampy al ocultar su nerviosismo hábilmente detrás de un tono de voz seco.
“No creo,” la serenidad en Flare le tranquilizó instantáneamente, “en estos bosques no hay otra cosa más que conejos y águilas. Quédate tranquilo.”
“¿Sabes hacer tu arte del quiebre? Según lo que dijo Spitfire todos podemos hacerlo,” Ampy era tan veloz y mañoso como curioso.
“No puedo, aún no encuentro como hacerlo. El que Spitfire lo haya descubierto a la primera es toda una maldita hazaña; solo Soarin’ sabe hacer el suyo y nunca he visto que lo use.”
“Espero que me llegue a buen tiempo.”
“Seguro que sí,” Flare lo miró con una sonrisa amigable, “vámonos, no hay nada por aquí.”
Los dos Wonderbolts volaron de regreso con los demás, para disfrutar de una merecida cena al calor de una fogata en una bella noche bajo la luz de la luna. Incluso Rainbow Dash bajó al poco rato al no observar movimiento en los alrededores.